GANAN EL ANILLO TRAS HUMILLAR A LOS LAKERS EN EL SEXTO PARTIDO (131-92)
Los Celtics se reencuentran con su historia
* Se acabó el sueño de Gasol, que perdió su segunda final seguida, tras la del Eurobasket
* Mediado el segundo cuarto los locales rompieron el choque, que se convirtió en una fiesta
* Paul Pierce, designado MVP de las finales
Los Boston Celtics arrasaron en el sexto partido de la final de la NBA ante los Lakers de Pau Gasol (131-92) y obtienen su 17º anillo de campeón.
Una espera eterna. 22 años y nueve días después los Celtics vuelven a ser los campeones del mundo. Se reencontraron anoche con su historia a lo grande, en el sexto partido de las finales, humillando a los Lakers, su más feroz rival, en un partido que devino en una fiesta mediado el segundo cuarto, cuando se disparó la distancia de los locales en el marcador.
Más de dos décadas llevaban aguardando en Boston este 17º anillo, que ayer dejó por fin de estar maldito. Desde aquella final ante los Rockets del 86, años de olvido, de tristeza, de recuerdos cada vez más lejanos, de remodelaciones infructuosas. Todo borrado anoche, cuando los aficionados verdes estallaron de júbilo tras la hazaña lograda por su equipo. La magia de Leprechaun –el elfo que reina en el escudo de los Celtics–, tardó en volver a surtir efecto, pero la espera mereció la pena.
Paul Pierce fue designado MVP de las finales, pero hay tantos protagonistas, tantos centros de atención en esta corajuda plantilla, que merece la pena detenerse en el tipo que la ideó. Porque este proyecto ahora triunfal tiene nombre y apellidos. Han necesitado sudor, canastas, rebotes y asistencias, pero sin la iluminación desde los despachos de Danny Ainge nada hubiera sido posible. El dirigente pelirrojo, precisamente uno de los pilares de aquel mítico equipo de los ochenta, se inventó el pasado verano este barco, el del título número 17, al que sumó marinos de excepción.
No era sencillo creer en el proyecto. Juntar estrellas hambrientas no siempre da el resultado lógico. Hay casos recientes en la NBA. Pero lo que amasó Ainge no sólo eran tipos con talento y sin anillo. Los Celtics de la temporada 2007/2008 han sido, desde el primer día, un equipo conjurado. Lo demostraron en la campaña regular, donde arrasaron con un meritorio balance (66-16), y lo han reafirmado en la prueba más exigente, estos 'playoffs' en los que han ido de menos a más hasta doblegar con todo merecimiento a los Lakers de un Pau Gasol que ha perdido su segunda final consecutiva, tras la del Eurobasket.
La desilusión de Pau Gasol
Esa es la mala noticia. El pívot español no ha podido lograr el primer anillo de su carrera. Su equipo ha sido inferior, aunque tal vez no tanto como lo demostrado en el sexto y definitivo encuentro, donde fueron aplastados por la máquina dirigida por Glenn Doc Rivers. Pero Pau tendrá más oportunidades. Mirado por el lado positivo, sólo era su primer intento. Hace apenas unos meses, cuando vagabundeaba en los Grizzlies, ni hubiera soñado estar presente en unas finales de la NBA.
El desenlace fue justo, no la forma, ni para unos ni para otros. La humillación del sexto partido, al que los Lakers arribaban con la esperanza de forzar el definitivo, no fue digna. Ni siquiera para el campeón. Y eso que el partido arrancó con inesperado ritmo e igualdad. Pero ya en esos compases iniciales, en los que el equipo de Phil Jackson acumulaba pérdidas y tenía mil problemas para asegurar su rebote defensivo, las sensaciones eran totalmente favorables para los locales. Sólo la inspiración momentánea de Kobe Bryant, quien metió sus primeros 11 puntos sin fallo, mantuvo a los angelinos.
Era un espejismo. Todo se vino estrepitosamente abajo en el segundo acto. Con los suplentes en cancha, los Celtics noquearon a su oponente, que ya no se volvió a levantar de la lona. Esa fue su grandeza, la de un título logrado y merecido por todos los componentes de la plantilla. Si el 'Big Three' horadaba la defensa de los Lakers, fueron dos suplentes los que le dieron la puntilla. Dos jugadas que dispararon una ventaja que ya sólo creció hasta el espeluznante 131-92 final.
James Posey no sólo se limitó a amargar la vida a Kobe, también a acertar con un triple, robar posteriormente un balón y propiciar así otro lanzamiento desde el perímetro para otro compañero del profundo banquillo celtic. Eddie House colocó el 38-29 y de repente todo se acabó.
Ni un atisbo de remontada, porque no era posible. La segunda parte ni existió. Porque estos Celtics ganaron el anillo en el mismo momento en que se lo propusieron, allá por el mes de octubre, cuando Garnett, Pierce o Allen renunciaron a sus propios nombres, a sus tremendos egos, al caché que otorgan sus contratos multimillonarios en pos de la idea del colectivo, sin la que el anillo era una quimera.
Merecidísimos campeones, dignos finalistas los Lakers pese al feo borrón del último envite. Unos tienen tiempo, no demasiado por los años que pesan sobre la mayoría de sus jugadores, para implantar una dinastía. Los otros, los de Pau Gasol, deben insistir en este proyecto iniciado a mitad de temporada y que les ha llevado a pelear por un título. Tal vez demasiado pronto.